Monday, October 19, 2009

Y la patria. Por Germán Dehesa.

Aquí hay dos historias. Está por una parte el tristisimo Via Crucis de la palabra "patria", un vocablo que tuvo nobilísimo origen y que ahora se ha entregado a la mala vida en boca de los políticos, los demagogos, los líderes sindicales y demás bichos rastreros

Para ventura nuestra, hay otra patria, la verdadera, la legítima que es muy difícil de formular con las palabras. Y sin embargo, existe.

Aquí me propongo contar, aunque sea a modo de esbozo, las dos historias de la patria. La primera, ya lo dije , llena oropel y de luces semejantes a las de las ferias; la otras es íntima , es callada y surge para quien quiera verla como una suerte de prodigio cotidiano.

Nosotros los ciudadanos tenemos que recononces nuestra grave falla: fuimos nosotros los que dejamos a la patria en manos de los políticos. Nadie parece molestarse, pero si comparámos aquella patria que les entregamos en un grave momento de debilidad cívica, con la que día a día nos devuleven "ojerosa y pintada" como dice el poeta, nos daríamos cuenta de la magnitud del daño que entre todos le hemos hecho a la patria, hasta el punto de dejarla irreconocible.

No pasa un solo día en el que un político o alguno de estos jilgueros aspirantes a engrosar las filas de la alta burocaria política, no emplee como coartada para sus delirios o burradas verbales o disfrazados delitos, a la pobre patria que no siente el aguacero, sino la granizada que la tiene en permanente prostración.

Octavio Paz reflexionó acerca de las palabras en sus ensayos y en sus poemas. En alguno de estos últimos nos muestra lo que le puede pasar a una palabra si se abusa de ella y si si emplea no para abrile espacio a la luz, sino para mantener la oscuridad. Dice Paz que esas palabras en cuanto se marchitan son desechadas por los mismos canallas que las protituyeron. Tal es el caso de la palabra "patria" que ya es inútil, sospechosa y poco significativa.

Nosotros los ciudadanos tendríamos que recuperarla, darle respiración boca a boca, patrocinarle un curo de rehabilitación y volverla a incluir con mucha mesura y sigilo en nuestra habla cotidiana.

También existe "eso" que casi no se nombra con las palabras. No hay manera de nombrar lo que experimentamos al visitar Tlacotalpan, o nuestro museo de Antropología, o mirar los verdes cañaverales cuando se cimbran acariciados por el viento que provoca la antigua canción de la inminente cosecha. De pronto un sorprendente acto de generosidad, o de buen amor nos recuerdan que sí, en efecto, estamos en México y que los mexicanos somos así, súbitamente dispuestos a relajarnos, o a jugarnos la vida por un amigo y que tenemos corazón de pollo y nos enamoramos un mínimo de dos veces diarias y no somos capaces de ser indiferentes ante ninguna pena, ni vicisitud de los hombres , u orfandad de los niños, o penurias de una mujer.

A Borges varias veces le pidieron que escribiera un poema dedicado a la patria. Jamás lo hizo por que sebía que era un tema intratable para aquellos que ya han experimentado el milagro de la patria. Lo más cercano que pudo escribir con referencia a este tema fueron tres palabras que pronunció en la Pampa mientras contempabla el amanecer y los tempranos trabajos de los gauchos que comenzaban a arriar a sus animales rumbo a la luz. Borges vio, olfateó, sintió todo esto y sólo pudo decir: "la patria, ¡carajo!".

No está en nosotros ser mejores poetas que Borges. En muchos momentos, México nos provoca un intensísimo amor; ése que sentimos al comer un taco de chicharrón en salsa verde, o al ver a dos ancianos que caminan juntos y del brazo, o al percibir lo que el poeta nombrara como el "santo olor de la panadería" ....México, ¡carajo!.

1 comment:

  1. La patria... no sabia que esa palabra existia , lo de hoy es la aldea global chavo...

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